viernes, 4 de julio de 2008

El culto de la verdad
“Mi intento sólo es proponer la verdad”, declara el padre Feijoo, empeñado siempre en introducir en España las novedades de la cultura europea.
Fragmento de “El firmamento en una noche serena”.
De Benito Jerónimo Feijoo.
Para vez en este espejo la grandeza, la sabiduría, y aun la hermosura del Criador, no es menester mirarle como le mira el contemplativo en los raptos de la oración, y mucho menos como le registra el filósofo, examinando sus maravillas en su estudioso retiro; basta verle como le ve el más sencillo y rústico aldeano, ó la más ignorante pastorcilla, en cualquiera tiempo, pero con mucha especialidad en una noche serena, clara, limpia, de la primavera ó del estío. Este es un objeto que me llena el corazón de un suavísimo deleite.
¡Qué espectáculo tan ilustre, tan magnífico, tan hermoso! ¡Cuánta copia de luces, y qué brillantes, de ese espacioso campo del firmamento¡ Y el mismo campo, ¡qué agradable por aquel hechicero color azul verdaderamente celeste, de que todo él está vestido! ¿Qué comparación tienen con aquella tela, y con aquellos brillantes sobrepuestos, las galas con que se adornan las mayores princesas de la tierra, no siendo la vestidura que las cubre más que un áspero tejido, y sus ponderados diamantes chinas robadas á una peña? Allí miro la luna, y parece está en el goce de toda su plenitud. ¡Qué rueda tan vistosa! ¡Qué candor tan amable! ¡Qué resplandor tan benigno! ¡Con qué majestad tan agradable se pasea por aquel círculo asignado á su movimiento! Hacia aquella parte se me presenta una prolongada faja como de color de leche; ésta debe ser la que llaman vía láctea los astrónomos. También imita, aunque débilmente, la luz de los astros; y acaso no es otra cosa que una colección de astros menores ó estrellas, que se presentan más pequeñas por ser mayor la distancia. Así lo conjeturo; porque también en la multitud de esotras, que, sin disimilar que son estrellas, están derramadas por tan dilatados espacios, observo bastante desigualdad, así en la magnitud como en la brillantez. Pero esa misma disminución de luz, en algunas partes aumenta con asombrosa variedad el lucimiento del todo. ¡Válgame Dios! ¡Qué grande será el que fabricó un cielo tan grande! ¡Qué hermoso será el que hizo tantos luminares tan hermosos!
Fuente: Agustí, Vicente. Florilegio de autores castellanos de prosa y verso. Barcelona: Imprenta de Francisco Rosal, 1901.
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